En la escuela de mi hija, cada semana uno de los compañeros de la clase es elegido como el "Child of the week", o niño de la semana. Durante esta semana el niño o la niña deben mostrar al resto del grupo un poco más de su vida a través de distintas formas: una composición con fotografías, compartiendo su comida favorita, inclusive llevando a su mascota. Parte de esta semana incluye que el padre debe de ir un día y compartir con la clase lo que hace en su trabajo.


Bien, pues esta semana mi hija fue la niña de la semana, y el día de hoy me tocó asistir a compartir con ellos lo que hago profesionalmente. Les compartí que trabajo con adultos y que les ayudo a que sean mejores compañeros y a que se respeten para que así trabajen mejor. Les comenté que esto lo hacemos a través de juegos y actividades puesto que jugando la gente aprende muchas cosas, además de que es muy divertido.


Hasta aquí yo me sentía dándoles una lección a los niños sobre algo muy importante para su vida. Si bien yo estaba consciente que los conceptos como "empresa" o "trabajo" aún no son del todo comprensibles para niños de 3 y 4 años, sentía que el hablarles de la importancia del compañerismo o respeto les haría poner más atención cuando sus maestras les piden no golpearse, compartirse los juguetes, o no excluir a algunos de sus compañeros.


Para ejemplificar mi exposición, decidí aplicarles la famosa actividad sobre trabajo en equipo "los canales", a un nivel muy básico. En esta actividad un grupo de personas debe formar un camino con tramos de tubo de PVC y lograr que una canica atraviese el trayecto hasta caer en un depósito al final del mismo. El ejercicio es complicado pues las personas deben acordar seguir ciertos estándares para lograr el objetivo, como controlar la velocidad de la canica, embonar las piezas de tubo de manera que la canica no se detenga, o no permitir que la canica caiga al suelo.


Una vez que logré poner a los niños en posición y dar las reglas del juego, estábamos listos para comenzar la actividad. En 10 años que tengo aplicando esta actividad con grupos directivos nunca he visto a un equipo lograr la tarea en la primera oportunidad, así que yo no esperaba que la canica cayera en el recipiente; simplemente buscaba darles un ejemplo divertido. Mi primer sorpresa fue que los niños, ¡lograron la tarea en la primera oportunidad! Y fue tanta su emoción que pidieron repetir el ejercicio hasta 5 veces, inclusive variando el tamaño de la canica.


Después de la primera vez que hicieron el ejercicio, me dediqué a observar el comportamiento de los niños, y vi cosas muy interesantes. Primero fue que todos los niños estaban atentos y ansiosos por cumplir al pie de la letra las indicaciones. Se notaba un orgullo en su cara cuando tomaban el tubo de manera correcta. Segundo, cuando alguien observaba que su compañero o compañera no tomaban bien el tubo o lo conectaban de manera incorrecta, rápidamente le ayudaba a corregir la situación, ante el beneplácito, y no ofensa, del compañero. Y tercero, los niños, sin necesidad de luchar por liderazgo o posición, se acomodaban en el rol que sentían ayudaba más al objetivo. Todo esto fue impresionante.


Con mi actitud de asombro regresamos al salón de clase. La costumbre es hacer una retroalimentación con los equipos después de una actividad para aterrizar el aprendizaje, y normalmente esto inicia con una pregunta de mi parte. Pero ahora el primer comentario vino de un compañerito de mi hija quien me preguntó: ¿y por qué los adultos tienen que aprender esto? Nunca me había sentido más inseguro sobre qué contestar; ni cuando he estado frente a directores de empresas.


Reflexionando sobre esta experiencia, no pude evitar concluir que los niños tienen las actitudes que, por alguna razón, vamos perdiendo conforme vamos creciendo. Estas actitudes, tan importantes para las organizaciones, son las siguientes:


  1. Ayudar al compañero para lograr un objetivo común, aún antes de que el compañero pida ayuda. Esto es lo que en negocios conocemos como proactividad.
  2. Cuando alguien me ofrece ayuda para mejorar un proceso, tomarlo como algo positivo y no como una ofensa. Esto se llama retroalimentación.
  3. Buscar la mejor forma de contribuir al equipo sin anteponer egos o agendas personales. Simplemente buscar dónde encajo mejor. Esto es la división de funciones.
  4. Dar mi 100% a lo que hago, haciéndolo con gusto y siempre pensando que puedo aprender algo nuevo. Esto nos lleva a la realización profesional.
  5. Nunca olvidar el espíritu de compañerismo y de alegría al hacer las cosas. Nada es tan importante como el estar bien en todo ambiente en el que me desempeñe. Esta es la clave de la felicidad.

Así que, definitivamente, colaborar es cosa de niños.